En este cálido verano, queremos ofrecerte algo especial que no solo te entretenga, sino que también te inspire y te haga reflexionar. Daniel Jerez, técnico de PRL en PrevenControl y escritor de novela negra, como la reciente ‘El pasado nunca nos olvida‘, nos regala un nuevo relato corto que os queremos compartir para estos días de verano.
Os presentamos “Oz y la Seguridad Laboral: un viaje de prevención”, un relato corto que combina la magia y la aventura con un mensaje vital sobre la seguridad en el trabajo.
En el fantástico mundo de Oz, Dorothy y sus amigos emprenden un viaje no solo para encontrar al Mago de Oz, sino también para aprender sobre la importancia de la prevención de riesgos laborales. Cada uno de sus compañeros de viaje representa un aspecto fundamental de la seguridad en el trabajo.
A través de esta historia, seguirás a nuestro protagonista en un viaje lleno de desafíos y aprendizajes, donde descubrirá la importancia de la prevención y el cuidado en el ámbito laboral. Esperamos que disfrutes de este regalo literario y que encuentres en sus páginas una nueva perspectiva sobre cómo mantenerte seguro y protegido en tu entorno de trabajo.
¡Feliz lectura y feliz verano!
Oz y la Seguridad Laboral: un viaje de prevención
por Daniel Jerez Torns
– Pero, ¿tú eres un técnico bueno o malo?
La frase seguía repitiéndose en su mente, mientras Dorothy volvía a su casa tras acabar su jornada laboral. Se sentía cansada y solo le faltaba tener que lidiar con aquel temporal que se había levantado en la ciudad, provocando un caos circulatorio.
El paraguas poco le servía, ya que el viento hacía que este se moviera de un lado a otro y la lluvia atacaba lateralmente. No recordaba que el hombre del tiempo dijera nada de un temporal tan fuerte.
Mientras luchaba por avanzar, intentaba encontrar un sentido a esa frase.
Dorothy trabajaba como técnico de prevención de riesgos laborales.
Dorothy disfrutaba con su trabajo, es más, le apasionaba. Sin embargo, había días que se cruzaba con cierto tipo de personas que le alteraba su estabilidad emocional.
¿Qué narices quería decir eso de un técnico bueno o malo? Esa mañana había acudido a una empresa que se dedicaba a cortar la carne y empaquetarla. Todo iba bien hasta que en la planta le presentaron al nuevo jefe del área. Y fue entonces, cuando el hombre, Raúl, de unos cincuenta y pico años, con bigote frondoso, le lanzó la pregunta.
Dorothy chocó sin querer con una mujer que procuraba avanzar igual que ella, con el cuerpo medio encorvado y procurando que el paraguas saliera volando.
– Perdona.
– No, tranquila, imposible verse con esta lluvia.
El viento era cada vez más violento. Era dificultoso mantener el equilibrio.
Llegó a un edificio en el que pudo resguardarse bajo sus amplios balcones y decidió descansar. Tenía los pies totalmente empapados.
La frase estaba lanzada a conciencia y Dorothy intuía el significado. Raúl se refería a si iba a dejar plasmado todas las deficiencias o a pasar por alto algunas cosas. Pero, ¿qué era ser bueno o malo? Lo que para una gerencia podía ser excesivo, para otro sería insuficiente. Y por no especificar ciertos riesgos, ¿eso era ser bueno? ¿Para quién? ¿Para aquel hombre? A lo mejor era así, pero no para Dorothy que se vería entonces como mala.
Decidió proseguir su camino fuese como fuese. Ya se haría una ducha caliente en cuanto llegase.
Tras unos veinte minutos eternos, logró llegar a su edificio. A medida que subía las escaleras, fue dejando un reguero de agua.
Al abrir la puerta, su estimado compañero de piso vino a recibirla con la cola erguida y retorciéndose entre las piernas, sin parar de maullar.
– Hola Totó. ¡No veas qué tiempo hace fuera!
Le puso comida en su plato y luego se reconfortó con una buena ducha.
Se sentó en el sofá, momento en que Totó aprovechó para subirse a su regazo y enroscarse confortablemente.
Dorothy encendió el televisor y empezó a navegar por las plataformas que tenía contratadas, incapaz de decidirse en escoger una serie o película que le apeteciera. Y es que su mente seguía dándole vueltas a ese comentario del mando intermedio. Estaba acostumbrada a recibir protestas, malas caras o indiferencia, pero que le preguntasen si ella era de los buenos o malos, era la primera vez.
– ¿Y tú qué eres? ¿Uno de esos jefes buenos o malos? – dijo en voz alta Dorothy.
Totó levantó la cabecita negra, analizando con quién hablaba su dueña y al no ver a nadie, siguió durmiendo.
La lluvía era cada vez más agresiva y oyó como el viento lanzaba las gotas hacia los cristales con furia.
Tenía que relajarse y pensar que había pocas personas como Raúl. Esas personas que veían a los técnicos de prevención como seres inoportunos que se limitaban a decir lo que estaba mal.
Pero, ¿era cierto eso? ¿O había diferentes tipos de desconfianza hacía la prevención?
Sin embargo, su mente volvió a la realidad al escuchar los aullidos del viento. Aquello no era normal. Se acercó a la ventana y con cautela, la abrió. Grave error. El viento entró con furia, abriéndola completamente. Dorothy salió lanzada hacia atrás, dándose un golpe en la cabeza y cayendo al suelo.
Vio como entraba en casa un gran remolino y todo el salón daba vueltas y vueltas. Creyó que era por el golpe, pero dudó. Totó también volaba, maullando desesperado. Quería llamarlo, pero no conseguía emitir sonido alguno.
Todo daba vueltas y todo volaba. Se agarró al marco de la ventana para mirar fuera y… no podía creer lo que veía. Estaba por encima de la ciudad, girando sobre sí misma. Incapaz de soportar aquel volteó, se desmayó.
Dorothy había oído hablar del gran y poderoso Mago de Oz, pero nunca imaginó que su viaje hacia la Ciudad Esmeralda sería también una lección sobre la importancia de la seguridad en el trabajo. Al despertar en un campo desconocido tras una tormenta, se encontró con una figura familiar, aunque extraña: un Espantapájaros.
– Hola, Espantapájaros —saludó Dorothy—. ¿Qué haces aquí?
– Buscando un cerebro para comprender mejor cómo prevenir accidentes laborales —respondió el Espantapájaros—. Sin un plan y sin conocimiento, los riesgos aumentan.
Dorothy asintió. No bastaba con saber que decía la norma. Los riesgos tenían que comprenderse y razonarse, porque muchas veces, las medidas preventivas no están en ninguna ley, si no en el sentido común.
Dorothy y el Espantapájaros siguieron su camino, hablando sobre la importancia de la capacitación y el conocimiento en la prevención de riesgos. No muy lejos, encontraron a un Hombre de Hojalata que parecía incapaz de moverse.
– ¿Qué te ocurre? —preguntó Dorothy.
– Me falta un corazón —dijo el Hombre de Hojalata con una voz metálica—. Sin un corazón, no puedo sentir empatía ni cuidar de los demás. En la prevención de riesgos laborales, es vital cuidar del bienestar de los compañeros y estar atentos a su seguridad y, sobre todo, comprender las emociones de los demás para que estén bien mentalmente.
– Eso es cierto —asintió Dorothy—. La empatía y la colaboración son esenciales para un entorno de trabajo seguro y también para evitar esos riesgos psicosociales que no se ven pero están.
Continuaron su viaje, y pronto oyeron un rugido detrás de unos arbustos. Un León cobarde salió temblando.
– ¿Quién eres y por qué estás tan asustado? —preguntó Dorothy.
– Soy el León —respondió con voz temblorosa—. Me falta el valor para enfrentar los peligros. En el trabajo, es necesario tener el coraje de reportar riesgos y tomar medidas para prevenir accidentes.
Dorothy pensó que ese valor era necesario para que la seguridad avanzara en el trabajo. Ese valor se traducía en una cultura: la de no aceptar el riesgo.
Dorothy, el Espantapájaros, el Hombre de Hojalata y el León siguieron juntos hacia la Ciudad Esmeralda. En el camino, enfrentaron varios desafíos que les permitieron aplicar lo que habían aprendido sobre la prevención de riesgos laborales. El Espantapájaros usó su nuevo conocimiento para planificar y evitar peligros; el Hombre de Hojalata, con su recién encontrado corazón, mostró empatía y se aseguró de que todos estuvieran seguros y tranquilos mentalmente; y el León, con su valor restaurado, reportó peligros potenciales y ayudó a tomar medidas para mitigarlos.
Finalmente, al llegar a la Ciudad Esmeralda, el Mago de Oz les reveló que ya poseían lo que buscaban: el conocimiento, el corazón y el valor para mantener seguros a los demás en el trabajo.
Dorothy despertó en el sofá de casa con Totó a su lado. ¿Había sido un sueño?
No lo sabía pero había experimentado un viaje fantástico, pero había obtenido unas lecciones valiosas sobre la prevención de riesgos laborales que compartiría con todos en su mundo: La prevención de riesgos laborales requiere conocimiento, empatía y valor. Con estos atributos, cualquier entorno de trabajo puede ser seguro y productivo.