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Hace unas semanas, participando en un evento de Seguridad y Salud en la bella ciudad de Santander, no pude más que prometer que no deberían seguir permaneciendo en el olvido. Sí, ellos, los desterrados, los olvidados. En una época en la que casi todos (trabajadores, empresa, medios de comunicación…) hablamos de organizaciones saludables, de la felicidad, del bienestar, de la psicología positiva… ¿qué es de los otros? De aquellos que conviven con nosotros (incluso con mayor frecuencia que los anteriormente citados) y que quizás por no ser nombrados, están cayendo en el ostracismo.
Recuerdo con cierto sonrojo cuando allá por el 2008, los periodistas intentaban que el presidente Zapatero pronunciara la palabra “crisis” mientras él vocalizaba su famosa expresión “desaceleración acelerada”. En nuestra Seguridad y Salud actual, ¿estamos viviendo también una época de eufemismos?… ¿o de algo más preocupante que podríamos catalogar ya como la irrupción en nuestra disciplina del pensamiento mágico?
Como “de lo que no se habla, no existe”, nos resistimos a no hablar de los proscritos de la seguridad y salud presente: fatiga, malestar, error, carga de trabajo… Así que empecemos por el primero, la fatiga.
¿Pero, Qué es la fatiga?
En el contexto laboral, la fatiga es algo más que sentirse cansado, es un estado de agotamiento mental y/o físico que reduce la capacidad de una persona para realizar un trabajo de manera segura y efectiva. Y como es evidente, puede ser causada por factores no relacionados con el trabajo, relacionados con ellos o por una combinación de ambos. Pero todos ellos tienen un factor común, la acumulación en el tiempo.
Sin entrar en los más que preocupantes posibles efectos a largo plazo que tendría sobre nuestra salud (depresión, presión arterial alta, ansiedad…), a corto plazo podría conllevar situaciones como: incapacidad para concentrarse, alteraciones en las percepciones sensoriales, incremento de los tiempos de reacción, alteración en la toma de decisiones, somnolencia, irritabilidad emocional, subestimación de los riesgos…
Y ante este panorama, la reflexión es sencilla… ¿qué estamos haciendo para evitar o reducir la fatiga?, ¿la evaluamos?, ¿tenemos siquiera identificados los factores de riesgo asociados?, ¿conocemos los posibles trabajadores afectados? Quizás pensemos que esto de la fatiga no va con mi organización y que sólo es fruto de situaciones extremas como la de la periodista Miwa Sado, de la cadena pública nipona NHK, que murió en 2013 por “insuficiencia cardiaca congestiva” después de que en el mes previo a su muerte había realizado 159 horas extra y sólo había librado 2 días. O igual consideremos otros, vinculados a medios de transporte o corredores de bolsa. Pues estaríamos confundidos si supusiéramos que éstos son los únicos tipos de actividades vinculados a la fatiga. No tenemos que ser muy creativos para darnos cuenta de otros posibles trabajadores expuestos a fatiga (y mucho más frecuentes que los anteriores): a turnos, nocturnos, con extensas jornadas de trabajo, de temporada, en servicios de emergencia…
¿Y cómo evaluar la fatiga?
Lo primero, como es lógico es identificar los factores de riesgo y para ello se hace imprescindible (como para cualquier aspecto de naturaleza ergonómica) utilizar metodologías que permitan la participación de los propios trabajadores.
Así el sector “líder” en esto de la fatiga es como no podía ser de otra manera el aeronáutico (lógico si pensamos en las consecuencias que puede traer un piloto fatigado). Y pese a que cuentan con Modelos Biomatemáticos de Fatiga (BMMF) o sistemas objetivos y subjetivos de Monitorización de la Fatiga en Vuelo (actigrafías, polisomnografías, Sam Perelli checklist…) no se puede confiar exclusivamente en herramientas simples cuando el problema es tan complejo como el que nos ocupa, la fatiga. Como en otros ámbitos de la seguridad y salud, las percepciones que los trabajadores puedan tener sobre sus propios niveles de fatiga pueden ser muy diferentes al proporcionado por este tipo de herramientas.
No obstante, teniendo claro esta limitación, para nuestros puestos de trabajo, puede ser perfectamente válido la siguiente herramienta: el Índice de Fatiga y Riesgo (FRI). Este índice se diseñó inicialmente para comparar diferentes horarios de turnos, pero también se puede usar para identificar cualquier cambio en particular que pueda ser una preocupación, dentro de un horario determinado. Las puntuaciones de fatiga obtenidas, de 0 a 100, representan la probabilidad promedio de altos niveles de somnolencia. Por ejemplo, una puntuación de 50 en el FRI representa un 50% de probabilidad de que los empleados alcancen una puntuación de somnolencia Karolinska (KSS) de 8 ó 9.
Nota: El KSS es una escala, ampliamente validada, de nueve puntos que va de uno (extremadamente alerta) a nueve (extremadamente somnoliento).
Pero ¿qué puntuación es buena y cuál es mala? Para responder a esta pregunta primero deberíamos tener en cuenta que el FRI se basa en datos grupales y que no tiene en cuenta factores tan importantes como las diferencias individuales (por ejemplo, la edad), factores sociales (por ejemplo, el estilo de vida), tipo de trabajo a realizar (por ejemplo, asociados a mayor o menor responsabilidad)… y que todo estos factores no están incluidos en las fórmulas matemáticas utilizadas en el FRI.
Por lo tanto, lo recomendable es que cada organización determine el nivel de riesgo que consideraría aceptable según el tipo de trabajo a realizar y las personas que lo desarrollen. Por ejemplo, una puntuación de alto riesgo podría ser considerado aceptable por una organización si el trabajo es de bajo riesgo y es realizado por trabajadores altamente competentes y experimentados. Pero si el trabajo es crítico para la seguridad y es realizado por trabajadores menos competentes o sin experiencia, una organización puede decidir que las calificaciones de riesgo por encima de cierto nivel son inaceptables.
¿Habrá continuación? … Quizás…
Como comenté al principio, quizás no sea de interés el hablar de los proscritos de la Seguridad y Salud… todo dependerá de ti… si quieres que sigamos “hablando de ellos para que existan” dínoslo en la sección de comentarios del blog…