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Hola María, ¿qué tal estás?, ¿cómo te encuentras?, lo de tu madre ha sido un shock
Hola Maite, pues me encuentro bien, la verdad. Hay que tirar pa’ lante, de nada sirve lamentarse
Jolín María, qué fuertes eres, no sé si yo sería capaz de tener tu entereza en tu situación
Qué fuerte eres María, le dice Maite a María tras preguntarle cómo se encuentra tras un problema personal que ha tenido con su madre, sin verlo venir y sin poder prevenirlo.
A ti, que estás leyendo este post ¿te parece que María es fuerte por estar bien y tirar pa’ lante tras este problema personal? ¿Sí, te parece fuerte? ¿Por qué? Si piensas que no es fuerte ¿por qué?.
Lógicamente contamos con miles de opiniones al respecto de esta situación, pero ni María ni otra persona puede ser definida como una persona fuerte, por tener entereza, encontrarse bien y tirar pa’ lante frente una situación complicada y difícil de afrontar.
Con este ejemplo, no intento juzgar las emociones y manera de afrontar que tienen Maria, sino más bien, poder explicar, que en demasiadas ocasiones, la gestión emocional que hacemos ante situaciones complicadas, complejas y con carga emocional negativa, quizá no sea la más adecuada para nuestro bienestar propio.
Y ahora, vuelvo a preguntarte, ¿es débil María por llorar, derrumbarse o sentirse mal o triste ante la situación experimentada con su madre?.
Cuando hablamos de gestión emocional, hacemos referencia a la manera en que cada uno y cada una de nosotros y nosotras somos capaces de afrontar y trabajar las emociones que estamos experimentando, incluso, en algunas ocasiones, sin saber por qué, decidimos dejar apartadas esas emociones y seguir hacia delante.
El pasado 7 de Noviembre, acudimos al V Congreso de PRL de la Comunidad de Madrid organizado por el IRSST. Entre otras muchas temáticas que se trataron, nosotros decidimos hablar acerca de cómo debería ser la gestión emocional en las organizaciones.
Lo primero y más importante, es saber si sabemos qué es una emoción. Las emociones son claves, son el motor que en gran medida nos hace personas, y, además nos ayudan a trabajar nuestra mejor versión.
Este no es un tema que debería preocupar solo a los psicólogos, sino que debería ser un aspecto clave dentro y fuera de las organizaciones. Debemos pensar que todo aquel trabajo emocional que podemos hacer a nivel individual en nuestra vida personal, puede extenderse y generalizarse a la vida laboral, y viceversa.
Nos movemos en entornos VUCA, que supone si cabe, una mayor complejidad para las organizaciones para adaptarse a los cambios rápidos e inesperados que existen. Todos tenemos claro que la organización que no se recicle y se adapte, se queda obsoleta con el peligro de desaparecer, pero, ¿saben las organizaciones adaptarse emocionalmente?
Susan David, psicóloga estadounidense habla del concepto de agilidad emocional, habla de este concepto como la forma en que gestionamos nuestro mundo interior. Como bien explica, no es necesario llevar a cabo grandes cambios ni tener grandes retos, sino llevar a cabo pequeñas cosas, pequeños cambios que son poderosos, nos motivan y nos sitúan en el camino de la mejora.
Para prosperar como personas es importante ser ágiles emocionalmente, pero como organización también, ya que en líneas generales somos analfabetos emocionales, nos cuesta hablar de nuestras emociones, formar parte explícita de las emociones de otros.
A esto añadimos que SER POSITIVOS parece haberse convertido en una nueva rectitud moral. No queremos decir que tengamos que ser pesimistas y “unos tristes”, pero sentirse mal, triste, enfadado… no es malo ni negativo, nos ayuda a encontrar el camino que queremos seguir, para llevar a cabo los cambios que deseamos lograr.
Desde la Seguridad Basada en la Organización o HOP, la gestión emocional en las organizaciones, no es solo una cuestión individual desde nuestro rol como trabajador, sino también una cuestión social de la organización.
