La sociedad actual se encuentra en un entorno cambiante que obliga a adoptar soluciones novedosas y creativas.
Desde la aprobación en el año 1995 de la Ley de Prevención Riesgos Laborales, las empresas se han visto abocadas a una serie de cambios y evoluciones (además de alguna que otra pandemia), que han conllevado notables transformaciones en la gestión preventiva.
En el año 2007, el profesor de la prestigiosa Universidad de Delft, Patrick Hudson, definió un modelo de cultura de seguridad en la que indicó que existen 3 fases evolutivas a la hora de enfocar la gestión preventiva en las empresas, en base a oleadas preventivas:
Una primera oleada, basada en la tecnología. Es la fase por la que empiezan todas las empresas, priorizando las inversiones hacia aquellos elementos que nos ayudan a evitar los accidentes graves. Se realiza el cambio o adaptación de máquinas, se invierte en adecuar las instalaciones, en disponer de EPIs adecuados…
Esta primera oleada, junto con las inversiones y mejoras asociadas, lleva asociada una reducción progresiva de la accidentabilidad sustentada principalmente en el ataque de los riesgos en el origen.
Llega un momento que, a pesar de invertir en soluciones tecnológicas y mejoras técnicas, los accidentes se siguen produciendo. Es el momento en el que muchas empresas optan por implantar un sistema de gestión en seguridad y salud, con objeto de mejorar la integración de los procedimientos preventivos apoyados en los procesos de la empresa. Se analizan y estandarizan los procedimientos; se mejora la formación e información de los trabajadores; se potencia la realización de evaluaciones de riesgo adecuadas… Esta es la segunda oleada del esfuerzo preventivo.
Derivada de esta segunda oleada, se vuelve a conseguir la reducción de accidentes de forma progresiva, basada en una mejora de los procesos y procedimientos.
Al igual que en la etapa anterior, al desarrollar actuaciones asociadas al sistema, se logra reducir la accidentabilidad, si bien llega un momento que esta se estanca. Es un momento en que las empresas ven la necesidad de cambiar el enfoque.
Se realiza una aproximación no tan asociada a la mejora de los procesos y la reducción de la accidentabilidad, sino más enfocada a las personas. Se busca actuar sobre los comportamientos (seguridad basada en los comportamientos): potenciar el liderazgo en seguridad y salud de todas las personas, así como la importancia de la corresponsabilidad en materia de seguridad y salud, con objeto de convertir la prevención de riesgos laborales en un valor añadido. Estamos hablando de la tercera oleada del esfuerzo preventivo.
En esta tercera oleada se sustenta la cultura de seguridad y salud, que tiene a las personas en el centro, como base fundamental del cambio.
Solo mediante actuaciones orientadas a trabajar las creencias de las personas y la mejora de la cultura de seguridad y salud, se podrán reducir los comportamientos inseguros y con ellos, la accidentabilidad de las organizaciones.
Si queréis indagar más sobre el tema, os dejamos este interesante video de Patrick Hudson: