Se nos otorga a los técnicos de forma tradicional, y quizá también por nuestra propia complacencia, características típicas de aquel que se limita a la ejecución de los trabajos que otros organizan y distribuyen; habilidades relacionadas con el amor y la pasión hacia los procedimientos y los sistemas; especialistas en temas muy concretos que se apasionan por el perfeccionamiento y la especialización para poder ejecutar esas tareas con la mayor de las eficacias.
Sin embargo, las necesidades de las empresas en las que la implicación por la mejora de las condiciones de trabajo es prioridad, pasan cada vez más por requerir técnicos, que además de conocedores de la normativa, dispongan en su haber de otro tipo de competencias y cualidades que los capaciten para trabajar en entornos personales.
Aquellos tiempos en los que las empresas requerían personal especializado en la que entonces era una nueva normativa que había que implantar, tocan a su fin, y estas necesidades quedan en un segundo plano.
La adquisición de nuevas habilidades por parte de los TPRL se me antoja imprescindible para conseguir el cambio de conducta, tanto de los trabajadores como de los directivos y mandos intermedios de cualquier organización; especialmente importante para estos últimos, porque la implicación y el compromiso del personal con cualquier grado de mando y de capacidad de decisión, es imprescindible para conseguir trasladar esos cambios al personal de a pié.
Empatía
Uno de los ámbitos que parecen estar convirtiéndose en fundamentales para cualquier empresa, es la necesidad de conseguir de los trabajadores cambios en sus conductas para que estas se tornen cada vez más seguras.
En diferentes ocasiones he defendido que muchas de las conductas que las personas tienen, están relacionados con el aprendizaje que han recibido a lo largo de toda su vida, y que por tanto, es necesario entender las razones del “para que” de esos comportamientos.
Visto desde el punto de vista más estricto del instinto de supervivencia, resulta contradictorio creer que los trabajadores se exponen a situaciones en las que arriesgan su integridad física y su vida de forma totalmente altruista. Quizá pareciera más lógico entender que estos comportamientos pueden estar motivados por creencias y valores aprendidos que hagan que ese riesgo merezca la pena, que perder la vida sea parte de su obligación como padre o como hijo, porque el fin último que le mueve a ello lo justifica con creces.
Me atrevo a decir que, con un alto grado de probabilidad, muy pocos de nosotros somos conscientes realmente de cuáles son esas motivaciones, de cuáles son esas creencias y esos valores que nos dirigen, y por tanto consideramos que son los demás los que no entienden para qué hacemos lo que hacemos. El objetivo de conseguir que las personas, los trabajadores, sean conscientes de esto es el primer paso. Conseguir que comprendan que es posible que existan otras alternativas que no exijan el arriesgar sus vidas, será el siguiente.
Para ello se hace imprescindible que los técnicos en prevención seamos capaces de ponernos en el lugar de la otra persona para intentar entender esas motivaciones, y una vez allí buscar alternativas que puedan promover el cambio de conducta
Actitud Creativa
La capacidad de idear o incluso soñar hace que las personas fomenten su creatividad, independientemente del puesto que ocupen y del trabajo que desarrollen. Una actitud creativa es imprescindible para generar ideas competitivas que puedan satisfacer los diferentes intereses dentro de la organización.
No debemos negar que cada uno de nosotros nos movemos por valores muy diferentes, y lo que para unos es justo e irrenunciable, para otros es totalmente prescindible. Generar propuestas creativas que sean atractivas a los diferentes departamentos implicados, tanto financieros como técnicos y directivos, nos ayudará a implantar sistemas de trabajo cada vez más seguros, y además, todos contentos.
Los soñadores vemos oportunidades donde sólo parece haber problemas. Realizar propuestas que, a primera vista, pudieran parecer autenticas locuras, puede dar lugar a ideas más elaboradas que supongan puntos de inflexión en la manera de hacer prevención de las empresas.
Otras competencias
En el próximo artículo propondré algunas competencias más, que desde mi punto de vista, son necesarias para conseguir dar cada vez más valor a la profesión de técnico en prevención de riesgos laborales dentro de la jerarquía de las empresas.
Propuestas que requerirán de nosotros, eso es cierto, una formación complementaria más allá de los aspectos puramente técnicos y de gestión.